24 May, 2011

Corto Ensayo sobre los grandes Autores de Ciencia Ficción en Latinoamérica

Héctor Germán Oesterheld nació en Argentina en 1919. Creador y autor de las historias originales de El Eternauta, cómic publicado en ese país de 1957 a 1959 en la revista Hora Cero Semanal. Desaparecido por el Proceso de Reorganización Nacional, régimen dictatorial que depuso a Perón en 1976.


Fin.


La falta de interés y desarrollo en Latinoamérica en el género de la Ciencia Ficción hace pensar – desgraciadamente sin ninguna cita que me sirva de evidencia – que la masa literaria de la región (denominando así a tanto autores, como editores y el mercado de lectores) no considera al género como “digno” de inversión: sea esta monetaria (por parte de las editoriales), intelectual (por parte de los autores), o recreativa (por parte del mercado de lectores). Sólo gracias a la “Globalización” - término ampliamente debatido en estas latitudes - es que este género llega a la región a través de Libros Best Sellers, Películas Blockbusters de verano, y uno que otro librero o editorial guerrillero que sabe diferenciar a Verne de K. Dick; y Gibson de Bradbury. El que esto sea así tiene razones históricas como sociales que han determinado el hecho de que existan muchos Macondos, pero pocos planetas Mongo.


Entender la Ciencia Ficción como género es discutir el concepto de “Progreso”. No es casualidad que los grandes autores provengan principalmente de países industrializados, ya que este género es hijo directo de la revolución industrial y de las innovaciones tecnológicas que trajo, desde la invención de la máquina de vapor hasta la internet, nacido de la simple pregunta de ¿que pasaría si ...?


Lo importante a resaltar es el hecho de que el concepto de “Progreso” entre los países industrializados y el resto de los países es que los primeros relacionan este concepto con el desarrollo tecnológico e industrial y la historia de sus naciones. Dado que estos avances e invenciones fueron creados en estas naciones – o mejorados en ellas – su desarrollo se convierte en parte de su legado histórico, que ha generado efectos de bola de nieve en la economía (industrias que crean partes o materiales para su construcción o desarrollo, o economías que ven sus procesos mejorados por las nuevas invenciones), educación (nuevas invenciones están naturalmente relacionadas con avances técnicos y científicos que se añaden a los currículos de sus universidades) y/o en la política (nuevas maneras de relacionar Estado y al Ciudadano, o de debatir temas en la opinión pública).


En cambio, los países no industrializados han planteado el Progreso – a través de gobiernos de derecha o izquierda – como un proceso de subordinación del individuo a la tecnología ya que esta es “consumida” por él. Adquirida a un foráneo por una élite gubernamental o empresarial, la innovación no es parte de su proceso histórico, por lo que es vista como un extraño, una amenaza o un yugo que cambia rápidamente las vidas de sus ciudadanos, pasándolos de tranquilo pueblos a inmensas metrópolis en cuestión de décadas.


Por esto, el Progreso en los países industrializados es visto como una liberación, mientras que en los no industrializados es visto como una imposición; largamente luchado y criticado por las por las élite intelectuales de estos últimos. Lucha que ha llevado entonces a los escritores de estas naciones (mayoritariamente miembros de estas élites intelectuales, y mayoritariamente de izquierda), a desechar a la ciencia ficción como género literario “válido” o “serio”. Por ejemplo, en el “Mago de la Cara de Vidrio” de Eduardo Liendo vemos como el Televisor es visto como una intrusión y amenaza al individuo, pero aunque trata sobre una innovación tecnológica, es tratado más como una crítica social que como la fundamental pregunta de “¿que pasaría si..?” del autor de ciencia ficción.


Finalmente hay una luz al final del túnel. La tecnología ha pasado de ser una de materiales y procesos, a una basada en información. Los medios globales y el acceso menos “propietario” al software han logrado que las nuevas generaciones traten a la tecnología como una objeto propio y no un producto de consumo, permitiéndoles soñar más con La Red Digital y ser menos víctimas de la Desesperanza Aprendida Latinoamericana.

1 comment:

Anonymous said...

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