20 May, 2007

¿A quién llamaba Reverón?

Cuál sería mi sorpresa el día de hoy, que luego de demasiados años de separación, hoy volví a pisar una zona de Caracas a la que debo gran parte de mi locura actual. El día de hoy salí de excursión a la Galería de Arte Nacional de re-encontrarme con un viejo amigo a quien hay que verlo de lejos, no de cerca.

Un poco asustado por el estado de la zona, no tanto por su descuido sino por su posible uso político y propagandístico, caminé desde el Teresa Carreño hacia la Galería tratando de recordar mis días de ensayo en la Ana Julia o en la Rajatabla o los domingos en la Librería del Ateneo. En mi camino me encontré con una pequeña maravilla: un puesto de DVDs culto. Desde la organización de las películas, que iban desde "Francesas", "Terror Clásico" o "Sórdidas"; hasta ordenadas por director: Buñuel, Fellini ó Bergman. De allí logré obtener un par de joyas como la excelente "Magnolia", "Viridiana" de Buñuel y – para alegrar al tarde – una edición aniversario de Les Luthiers. Pequeña joya que espero aprovechar en un futuro.

Siguiendo mi camino me encontré como augurio de lo que me esperaba varios puestos de ventas de muñecas de trapo que miraban como esperando por algo, no sé qué será, pero en medio del incandescente sol algún misterio encierran en sus ojos desenfocados y sonrisas perpetuas.

Ya en la sala uno de la Galería – ya protegido de la luz del sol que me cegaba en el exterior – me encontré de nuevo con mi viejo amigo que conoció el brillo del que les hablo mucho mejor que yo, lo suficiente como para que desde su castillo lo pintura y le diera una forma que nadie mas lo ha hecho. Hablarles de la historia de Reverón, o de la calidad de sus obras, o de la historia de esa exposición específica ya que otros lo han hecho mejor de lo que yo podría hacerlo. Sólo deseo compartirles el asombro y maravilla de ver esta colección donde una maravillosa locura toma forma y se convierte en un clásico.

"¿Alguno de ustedes ha ido a la playa?, Reverón vivía en la playa" decía una guía a un grupo de niños. Aparte de la relación obvia entre este hecho y el número de pinturas de paisajes playeros el que Reverón viviera en la playa siempre trae a mi mente el hecho de que vivía entre dos mundos: el humano en donde como Jung construyera su castillo (en el caso de Jung, junto a un lago e irreverentemente circular); y el psíquico: con un enorme océano frente a él que le daba su propio mundo interior.

Ya en la segunda sección de la Sala 1, viendo impresionantes trabajos donde la luz, o la falta de ella, construía como legos paisajes, semblanzas y emociones me encontré en el piso con un diagrama del mencionado castillo donde todo tenía su lugar: las muñecas tenían su espacio, un bar, un baño, la entrada y su dormitorio, pero lo que me llamó mas la atención fue un extraño y maravilloso hecho:

Reverón tenía teléfono.

Junto al baño, en el extremo mas cercano a la playa Reverón había escrito en el diagrama de su castillo la simple palabra "Teléfono", con una flecha que señalaba un cuadro en una pared interior. Al principio me hice la tonta pregunta "¿sería real?", para luego responderme a mí mismo "¿realmente importa?"; si lo hubiese sido Reverón quizás no tendría con quién hablar ya que nadie entendería por qué prefería sus muñecas de trapo mas que a una modelo real, o por qué de la pimpa, o como podría pintar con sólo tres colores (a veces menos), o como hacía para desenfocar su percepción tanto como para ver lo real, la luz.

Decir entonces que el teléfono de Reverón era "de mentira" es un error, una falacia. Si algo me gustaría en el mundo es haber podido oír las conversaciones que de ese teléfono de latón y madera se hubieran realizado. ¿Cuáles maravillosos amigos habría entrevistado Reverón por ese teléfono?, ¿qué verdades habría descubierto Reverón en sus interminables conversaciones telefónicas que, maravillosamente, estaba mas conectada con el océano que con el mundo humano?, Reverón tenía teléfono, nadie puede dudarlo ni por un segundo.

El castillo de Reverón seguro contenía miles de otras maravillas, si desean verlas no se pierdan la exposición porque tratar de describirlas es inútil porque finalmente la obra artística es un acto no sólo del artista, sino en conjunto con el espectador. Sólo me quedo con dos cosas: la foto de Reverón viéndose en un espejo roto, todavía completo y colgado pero partido en pedazos donde él habrá visto el mundo a través de una misma ventana pero de diferentes ángulos, algo que creo que comparto con él; y el sentimiento de volver a un ambiente que necesitaba visitar de nuevo luego de demasiado tiempo.

saludos,

KX.